Hay días malos que luego se convierten en semanas malas. Ya
sabes, ese tipo de días en los que todo te sale al revés, nada parece fluir
como es debido, toda la gente como que está en tu contra…en fin, lo único que falta es que un pajarito pase volando y te
deje un recuerdito en la cabeza. L
¿Has tenido días así? Yo acabo de tener TODA una semana así. Los proyectos que
tenía en mente no se dieron, la planificación que tenía hecha no se cumplió y
mi nivel de paciencia hacia la gente y las situaciones era, sinceramente, casi
nulo. Llega un momento en el que te paralizas de la rabia, del miedo y no sé
qué más! Pero te paralizas, sin ninguna pista sobre qué hacer para salir de ese
hueco. Así como cuando un carro se queda atascado en la arena, por más que
aceleres más se hunde. Justamente así me sentí. Mientras más hacía o decía, más
me hundía.
Me detuve. Y pensé. Si, pensé…(cosa que a veces dejamos de
hacer simplemente por tener el piloto automático encendido todo el tiempo)
Reaccioné y me dije: Si te sigues resistiendo te seguirás
hundiendo. Hay días que por más que quieras ser optimista, no lo puedes lograr.
Son días malos y punto. De vez en cuando es bueno que ocurra una avalancha de
nieve en tu vida que te tape completamente y te haga sentir casi muerta. De
esta manera sabrás qué es estar viva. Las situaciones opuestas (rabia, odio,
incomprensión) guardan un gran tesoro en sí mismas, nos abren los ojos ante las
maravillas que tenemos en frente.
¿Y entonces qué hago? – me auto pregunté.
Casi sin pensarlo dos veces, surgió la respuesta: Déjate
llevar, déjate enseñar, fortalécete en la tormenta y aprende a bailar en ella.
Cuando todo haya pasado, no volverás a ser la misma, tu fe será más fuerte y
tendrás una actitud de agradecimiento frente a las bendiciones que te regala la
vida a diario. Incluso esas que casi ni siquiera notas, como el hecho de poder
despertar un día más, por muy malo que fuese ese día, al menos lo pudiste
vivir. Muchos hubieran dado lo que fuera por poder agregarle esas 24 horas más
a su tiempo de vida en esta tierra. Alguien con los días literalmente contados,
como un paciente con una enfermedad terminal, por ejemplo; hubiera agradecido
ese día o semana “mala”, simplemente por el hecho de poder respirar durante ese
tiempo.
Una semana más tarde del inicio de “esa mala racha”, todo
volvió a la normalidad y pude comprobar las palabras de mi “Liliana-psicologa”:
mi fe se ha fortalecido y he desarrollado una actitud de agradecimiento por
cada detalle que Dios me obsequia…incluso, los días de fortalecimiento
envueltos en un papel de regalo un tanto desprolijo al que muchos, al igual que
yo, llamamos “días malos”.
@Lilimusical
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